En el lugar del árbitro
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- Lunes, 07 Febrero 2011
El otro día, el entrenador nos mandó que fuésemos al pabellón. Allí estaban las juniors femeninas calentando. De pronto aparecieron un grupo de personas, unas treinta y se acomodaron en la grada a su gusto, como si fueran a ver un espectáculo.
El entrenador nos dijo que haríamos un partido contra las juniors y señaló a los cinco de salida. Cuando íbamos a empezar el partido uno de los del público habla con él y se prepara para pitar. El resto de la grada le animaban: - Aaaaandrés, Aaaaaaandrés… y comenzó el partido.
El árbitro pitó… y escenificó el molinillo, pasos. De nuevo la grada estalla en aplausos. – ¡Bien visto, Andrés! - ¡Bien, muy bien! Se escucharon varias voces. Los jugadores nos miramos unos a otros.
Poco después la escena se repitió. Pííííí… personal del nº 6, señaló. Y más aplausos, como si hubiesen metido un triple. - Andrés, Andrés, Andrés, se oía a coro. Todo resultaba muy extraño. No se oían voces de ánimo, ni correcciones. Y todos los gritos eran para vitorear al… árbitro.
El encuentro/entrenamiento continuó. Andrés pitó de nuevo, yo había pisado la línea esta vez. Entonces me paré y me encogí de hombros abriendo los brazos. De inmediato la grada aulló – Chulo, chulo… - Chulo, chulo.. y - ¡Bien visto, Andrés! Miré a mi entrenador que apoyaba la espalda en la pared y de brazos cruzados parecía mirar al vacío.
Poco después, tras fallar un tiro de la grada salió una voz – Pedrito, llevas cero de seis. Dedícate al ajedrez. Entonces empecé a sentirme avergonzado. Pero aún fue mucho peor - Pedrito, defiendes como el guardia de tráfico, te mueves menos que el radiador de la clase de música. - ¡Hay que aprenderse el reglamento chavales! - ¡Eso! …y correr algo más que mi abuela.
La verdad es que cada vez lo hacíamos peor, y es que no podíamos abstraernos de las opiniones negativas que iban haciendo mella en nuestro ánimo. Andrés pita el enésimo acompañamiento. El público ruge: - ¡Pedrito como camarero no tendrías precio! - ¡El baloncesto no es lo tuyo! Y acto seguido cantaron: - Muy bien Alfredo, la, la, la, la, la, la… dando palmas.
Cabreado, un compañero, habló con el entrenador, imagino que se quejó del comportamiento de la grada porque los señalaba, pero éste le ordenó que continuara jugando. Cuando el entrenamiento finalizó el público recogió y se fue. Todos respiramos aliviados.
Después el equipo rodeamos al entrenador. El silencio era interminable. – Varias veces os he pedido que no critiquéis ni protestéis las decisiones de los árbitros. Ellos no critican vuestro juego. Hoy no habéis recibido alabanzas, solo censuras. Pensad en cómo os sentís.